Viajar liviano, para tener espacio para llenar la mochila de recuerdos... Latir y dejar que cada impulso nos lleve como la brújula de Sparrow, a cumplir los deseos más profundos de nuestro corazón. Descubrir y descubrirnos, es esta la experiencia.

El barco colectivo en la Venecia Argentina

EL TIGRE, Buenos Aires, Argentina -.


De todos los medios de transporte, creo que el que no esperábamos tomar ese día es el barco colectivo. Queríamos llegar a al casa de Sarmiento en la zona de islas, pero pensábamos que un tour nos iba a llevar. Pero no iba a ser esa la forma de llegar.
Cuando bajamos de la trafic la guía nos indicó que a dos cuadras estaba el mercado de frutos. Saltamos del vehículo y corrimos por las dos cuadras hasta encontrar la entrada del dichoso mercado de frutos; el tiempo es tirano y más si llegando a las 10.30 te dicen que 18.30 tenes que estar en el punto de llegada, para la partida. Allí preguntamos al hombre de seguridad que estaba en la entrada como llegar. Él nos miró y nos indicó una oficina de turismo un poco más delante, dentro del mismo predio. Ahí nos dieron un mapa y nos enviaron de nuevo para atrás, hasta llegar a al calle de China Town, por donde entramos, pegadito al canal del río Lujan donde habíamos visto tantos botes anclados. Nos dijeron que preguntamos por el muelle 3 o 4.
Volvimos a salir corriendo, mientras cruzábamos abajo del arco de entrada del mercado de frutos cruzamos al convoy que venía con nosotros en la trafic pero no había tiempo para detenerse a dar explicaciones. Pasamos de nuevo adelante del casino y del Parque de la Costa hasta que llegamos a la calle desde donde se veía China Town. En ese mismo lugar,  a la vera del río se veían muchas casetas que ofrecían tours, así que nos acercamos a preguntar. 


Pero resultó ser que los tours si bien ofrecen muchas comodidades a bordo y te llevan a pasear por el delta dando la oportunidad de conocer los puntos de interés, no dan la oportunidad de descender. Y nosotros lo que queríamos era poder entrar a la casa de Sarmiento. Así que el hombre de la boletería nos indicó cerca de 7 cuadras más adelante el lugar donde embarcar en la lancha colectivo.
Nos alejamos en silencio, mirándonos entre nosotros. ¿Lancha colectivo? ¿Como los colectivos urbanos? También podíamos tomar lancha taxi pero ese servicio, como los taxis en la calle, es un poco más caro. Así era la cosa.
Nos pusimos a caminar bordeando el cause del agua  hasta que encontramos la entrada de la boletaría, un espacio antiguo pero bien conservado y señalizado.
Ahí sacamos boleto. $140 cada uno más $10 de derecho de embarque -mayo de 2018-. El boleto es ida y vuelta y tiene costo diferencial para residentes o no.



Para la salida del siguiente bus había 20 minutos por delante así que salimos por la otra puerta por donde accedimos a la zona de embarque. Ahí, en la dársena, podía verse a las embarcaciones ir y venir meciéndose sobre el agua.
Alguna vez leí que si uno viaja, indudablemente entre las muchas cosas que debería hacer para conocer el lugar al que va, es tomarse un colectivo local. Tal vez sea porque es reflejos de como viven las personas de esa comunidad, no lo sé. Pero lo que si sé es que recordé aquella expresión mientras veía ir y venir estas singulares embarcaciones.


Los colectivos en cuestión son unas embarcaciones más bien bajitas, chatas cobre el agua, cerradas con vidrios y de madera, muy pintorescas.
Mientras esperábamos frente al acceso a la  rampa, otras personas comenzaron a hacer fila detrás nuestro. Por las voces y el aspecto podíamos intuir que turistas iguales a nosotros, pero diferentes también, ya que muchos hablaban en portugues y alguna minoría en inglés. En particular me llamó la atención una pareja. La mujer en portugués destacaba la diferencia entre el agua del río al oleaje del mar.
Mientras, delante nuestro, una mujer de unos 50 años acompañaba a un pequeño, ambos muy rubios. Pero por la mochila que el niño llevaba podía uno adivinar que eran residentes de la zona de isla.
De a poco al zona de embarque se fue llenando de gente. Delante de ellos, una familia compuesta por cinco integrantes de habla portuguesa les pidieron que les tomaran una foto todos juntos apoyados contra la baranda, el río de fondo. Postales que quedarán.
El embarque es expeditivo al atravesar la pasarela donde un hombre corta el troquel. Una vez a bordo uno baja unas escaleras y una vez bajo techo, se encuentra con un espacio amplio y cerrado, con ventanales que permiten contemplar el paisaje. La embarcación, muy estable en la cual casi no se siente el bamboleo propio del oleaje,  cuenta con sistema SUBE para boletos a bordo y baño.


Preguntamos al hombre a cargo del timón como íbamos a identificar nuestra parada y nos dijo que veríamos de lejos la casa en cuestión, además, claro está, que no éramos los únicos que íbamos con ese destino a bordo. 
A través del cristal, el Parque de la Costa parecía aún dormido a esa hora de la mañana. Los muelles con indicación de nombre y número destacaban por sobre la costa de las islas. Maravillosos mundo de una pequeña Venecia Argentina que con su bamboleo matutino empezaba a acunar la vida social del lugar. Pequeñas embarcaciones, kayaks y piraguas comenzaban a ir y venir en una ruta de agua marcada con los colores de las pintorescas embarcaciones. Habíamos visto antes de sacar pasaje en el mapa de turismo el destino al cual íbamos, pero era imposible imaginarse tal cuadro al ver la distancia a recorrer entre islas hasta llegar a destino. El verde de la zona de tierra pintaba de exótica belleza el cuadro de acuarelas enmarcado en muelles de madera.
La casa de Sarmiento, como nos habían dicho, destacaba en el horizonte dentro de su caja de cristal. El descenso nos encontró en uno de esos muellecitos tan bonitos, extasiados con los colores, saciados con la experiencia.

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