La movediza y la sosia
TANDIL, Buenos Aires, Argentina -.
Hay que ver como se
mueve la piedra movediza de Tandil, hay que verla pensaba. Porque ver una
piedra grande, la vemos en cualquier parte, más teniendo un país con tanta
sierra, montaña y cordillera incluida. Pero no se trata de una piedra más, es
una roca de grandes dimensiones que prima fácil, hace equilibrio en el lomo de
una serranía. Y la piedra movediza está por todas partes, desde logos de
cuchillos y alfajores, hasta paquetes turísticos. Uno piensa en Tandil, y piensa en la piedra movediza.
Hay que ver como se
siente ver una piedra movediza. Pensaba mientras iba. Había leído que la
piedra no era la piedra. Que la original se cayó a la base de la sierra después
de varios milenios haciendo equilibrios. Muchos dicen por la red, que la gente
acostumbraba tirarle botellas abajo para que el movimiento las rompa, que esto
hizo que la piedra se desgaste y se desequilibró, lo que ocasionó la caída. Pero
se sigue llamando la movediza. Es ininteligible pero atractivo.
Así que ahí fuimos, casi como corolario de una breve estadía
que duró lo que tenía que durar. Encaramos el mapa sabiendo que todas las
flechas apuntaban al destino, con el viento en la popa y el catalejo mirando
desde la base hasta el horizonte donde la movediza se recortaba. Llegamos.
Que alta la sierra y
la piedra movediza en la cima. Fue lo primero que dije cuando el camino y
la piedra se hacían uno solo. Un semipiso de escaleras duras y silentes, piedra
picada por el viento y de cantos redondeados como en todo el paisaje donde el
pico de picapedrero no pudo llegar. Pero con una escalera marcada, y donde no
había piedra ni escalera, un bonito escenario de maderitas puestas como un piso
de parqué para poder llegar hasta la piedra movediza.
Y el silencio da paso al susurro constante que impone el viento
donde la cima se aproxima. Ahí estaba, grande e impoluta como la del folleto.
La piedra movediza no
es la piedra movediza. Como ya sabía, partida en tres o cuatro pedazos,
como un escarabajo muerto hace mucho y deshidratado en una telaraña, estaba en
la base de la sierra el resabio de la historia, la piedra original que no pudo
contener el hombre y que sepultó la gravedad. Como una marca de lo que fue. Y
al lado mío la otra. La piedra que alguien decidió poner en lugar de la que
contemplaba desde lo alto. Estática, sin posibilidad de movimiento,
asegurándose de que esta no se cayera. La piedra movediza de Tandil,
inamovible, inalienablemente perteneciente a la cima de la montaña para
atractivo del turista. Cerca del cielo pero falsa como una moneda de cobre.
Hay que ver si es de
piedra. Pensé cuando la toque por primera y última vez, porque algunas
partes parecen de piedra y otras de papel maché. Incluso parece más chica que
la que se ve partida en la base. Pero no importa, la piedra movediza me hizo
subir una montaña, me hizo ver una vista única de la ciudad, me dio la
posibilidad de compartir algo más con alguien y me llevó a escribir. Quizá ese
sea el movimiento que debe causar, debe hacer que cada quien haga algo después
de tanta propaganda.
Hay más piedras para ver en Tandil. Pero las otras son de
verdad.
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