UN CORTE Y UNA QUEBRADA
TANDIL, Buenos Aires, Argentina-.
Las despedidas siempre son difíciles. Decir adiós a Tandil no sería diferente. Las últimas horas de la mañana en la que partiríamos caminamos por la ciudad, despidiéndonos de los naranjos que durante toda la estadía, tanto nos había sorprendido encontrar dando sombra en las veredas serpenteantes. Hicimos, las compras de rigor que se pueden hacer cuando uno va de viaje: alfajores, cuchillos y quesos. Muy al espíritu tandilero. También un par de chinchines que no había podido conseguir en otro lugar hasta el momento.
Tal vez por eso en mi cabeza Tandil siempre tendrá un sonido de tribal fusion bellydance... algo de tambores, algo de chinchines, y muchos colores mezclándose en una danza sin fin.
Mientras nos íbamos, volvimos a pasar por la laza principal, frente a ella, la Iglesia Matriz Santísimo Sacramento (ubicada en la intersección de las calles Belgrano y Fuerte Independencia) se despedía de nosotros entre las nubes grises que amenazaban con al tormenta que había quedado pendiente del día anterior. Así que con tantos kilómetros por delante en el regreso, decidimos que no estaba de más pasar a buscar la bendición de la Virgencita antes de partir.
La historia de la Iglesia data de 1857, cuando su obra comenzó a proyectarse bajo la advocación de la Inmacualada Concepción.
Es de destacar que la mayoría de los materiales utilizados provienen de canteras y minas de la localidad así como que muchos vecinos colaboraron con importantes donaciones no solo en dinero sino también en trabajo y materiales de gran calidad para su construcción.
Alberga en su interior, además, importantes frescos realizados por las manos de artistas de época que aún se conservan.
Al retomar la calle, algo que no deja de sorprender son las estatuas de perros de raza pointer o de caza, razas características de la cultura francesa a la cual rinde tributo el diseño de la plaza Independencia adornada de tilos que recuerda al Parque de Luxemburgo en Paris, completando el panteón de figuras algunos leones erguidos o echados que provienen de la misma fundición.
Fuente de agua y estatuas, todo parece exhalar el romanticismo de época. Algunas de la imágenes que adornan la plaza poseen firma y fueron fundidas en la Fonderie du Val d’Osne, del Bd. Voltaire 53, en París.
Romanticismo y nostalgia de un primer viaje de novios que envuelve en su bruma dorada y sus vientos de montaña los recuerdos de la aventura en Tandil. Días de verano, lugar de turismo religioso y de historia. De amor y de tilos.
Alejarse es volver a pasar por los lugares donde uno fue feliz, es rehacer el camino que lo llevó hasta ahí pero ahora, resignificando cada uno de esos espacios en función de la memoria que acá ha quedado plasmada.
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