Viajar liviano, para tener espacio para llenar la mochila de recuerdos... Latir y dejar que cada impulso nos lleve como la brújula de Sparrow, a cumplir los deseos más profundos de nuestro corazón. Descubrir y descubrirnos, es esta la experiencia.

Rambito y Rambón en el sube y baja

Tandil, Buenos Aires, Argentina -.


Baja lento, bastante empinado se pone el tema y no hablamos de botellas. Sino del estacionamiento del hotel en el subsuelo segundo. Algunos pueden preguntarse cuál es el problema en la ubicación del estacionamiento. Pues déjenme contarles lo complicado que esto puede llegar a ser cuando el vehículo en cuestión es un Renault 12, si bien funciona correctamente y es un noble auto, no deja de ser pensado para estacionarse en condiciones menos exigidas en los ángulos. Porque la geometría puede fallar pero cuando uno se para en la boca del subsuelo y mira para abajo, el ojo no falla y dice que puede haber problemas. Pero igual encaramos y bajamos, un poco como los personajes de Olmedo y Porcel, en la recordada película Argentina de Rambito y Rambón en la Primera Misión a nosotros en el 12 como en un tanque, nos podrían haber dicho también que: "los tanques convergen hacia la derecha menos uno que zigzagueando avanza hacia el palco oficial; y en una demostración de audacia el tanque se acerca cada vez más al palco oficial, el tanque avanza y avanza".


Un pequeños chascarrillo, el cartel es el del estacionamiento, pero las caras de Rambito y Rambon emulan perfectamente las nuestras.

La reserva del hotel que habíamos realizado garantizaba estacionamiento, pero no aclaraba sobre el lugar en cuestión. Solo un comentario entre los que podían leerse en Booking podía habernos alertado sobre el tema. Pero lo desestime (he aquí un claro indicio de mi inexperiencia) pensando que en todos los casos no sería igual y que en última instancia, Alejandro ya habría revisado el tema, cosa que como se verá, no hizo porque ni siquiera lo vio (indicio de su inexperiencia). El resto de las cosas se ajustaba a lo pactado, pero el estacionamiento representaba un quebradero de verdadero cabezas. 
Debo confesar que comprobar el agarre de los neumáticos fue toda una experiencia escuchando como chirriaban mientras se frenaba para no irse de golpe. Tras la segunda vuelta si de algo estuve segura es que no sería yo la que al día siguiente fuera a sacarlo del garaje.
El auto había sido revisado para la experiencia de hacer lo kilómetros que unen San Nicolás, en el norte de la provincia de Buenos Aires, con Tandil, bastante más al sur. Y si bien sabíamos que el terreno podía presentar declives importantes, nada nos había hecho pensar en la experiencia en cuestión.
Llegamos al lugar asignado bien agarraditos al asiento. Nos miramos con Alejandro dando un suspiro cuando finalmente sacó la llave del contacto. Al día siguiente tras hablar lo ocurrido con el estacionamiento, amablemente ofrecieron un lugar arriba cerca de la entrada para no forzar tanto el auto. ¡Buena noticia! Pero aún restaba sacarlo del subsuelo. Y como dice el refrán: “soldado que huye sirve para otra guerra”. Así que estoicamente aguardé al lado del acceso detrás de la barrera mientras veía a Alejandro alejarse junto al hombre del estacionamiento y ser tragados por la boca del subsuelo.
Fue precisamente el ruido de los neumáticos agigantado por la resonancia del conducto el que me indicó que estaban cerca de asomar. Finalmente el 12 sacó la trompa mirando al cielo como en una plegaria y dio el último giro hasta pararse detrás de la barrera donde el hombre del estacionamiento descendió. A su lado, un fantasma que más tarde reconocí como el pálido Alejandro, recobraba lentamente los colores en la cara.
Moraleja de la historia: lean los comentarios de usuarios, ayuda a tener una idea clara de lo que realmente uno se va a encontrar en un lugar más allá de lo que venden.

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