Resurrección y colibríes
TANDIL, Buenos Aires, Argentina -.

Como dijimos de entrada, es Tandil, lugar predilecto para turismo religioso por eso no debe dejar de visitarse el Monte Calvario, donde está el Vía Crucis y el Cristo, que desde la cima mira la ciudad. Lugar que recibe su nombre por el parecido que dicen que guarda con el Golgota de Judea.
Todo el paseo está iluminado por unas farolas de estilo antiguo que le dan un toque especial.
Nos recibió en la Av. Mons de Andrea (uno de los ideólogos del paseo) un desfile de olivos plantados en 1942 que al circundan hasta la entrada el acceso empedrado, camino que nos dejó en la escalinata también de piedra para acceder al predio. Tal vez las piedras debieron avisarnos, muchas podían darnos a entender que el recorrido estaría lleno de escalones de distintos tamaños, como en la vida misma. Lo que debe decirse a favor es que el sendero se encuentra en muy buen estado y que cuenta con distintos puntos de descanso. Y que si bien es largo, es de fácil recorrida a través de sus 195 peldaños.
Ahí mismo cerquita de la entrada, a un costado, están ubicados los puestos de recuerdos y artesanías que puede visitarse.Todo el paseo está iluminado por unas farolas de estilo antiguo que le dan un toque especial.
Nosotros fuimos haciendo el recorrido siguiendo el camino, de forma intuitiva por decirlo de alguna forma. Es en el recorrido donde uno va encontrando las estatuas que fueron donadas al recorrido representando las estaciones del Via Crucis entre eucaliptos, pinos y olivos.
Caminando por esos senderos es que descubrimos una capilla entre los árboles y la piedra. Estaba cerrada cuando la encontramos, pero eso no nos impidió enterarnos de que se trataba de una dedicada a Santa Gemma Galgani. Detrás de ella, encontramos una gruta a Lourdes (construida en 1962) donde había algunas personas rezando y anudados en la reja que la protege, algún que otro pedido con rosarios. El espacio cuenta con bancos para descanso y recogimiento que miran a la imagen embutida en la roca.
Cada tanto algún carpintero nos sorprende entre las estatuas. Y en subida, la punta de la cruz asoma tras el horizonte de piedra. La escultura cuenta con 22 metros de alto y es visible desde varios puntos de la ciudad.
Sorprende subir cada uno de sus escalones y encontrar desde pañuelos y rosarios hasta objetos diversos anudados en la baranda y a medida que uno asciende hacia la cruz, cada vez más, como ramilletes, pedidos y agradecimientos. Ahí uno va entendiendo realmente lo que significa ese lugar inaugurado en 1943, como lugar no solo de punto turístico, sino también de encuentro y fe cristiana. Fotos y objetos como caracoles, rosarios y piedras con cintas se van mezclando. En la base de la cruz y como flores que se enraízan en ella, suben hasta los pies del Cristo placas de familias que dejan su testimonio de oración.
El momento es embriagador. No esperaba encontrarme con eso, y tal vez es por ello que me tomó desprevenida. Llámenme sentimental, pero siempre conmueve encontrarse con la ofrenda de alguien que antes que uno, dejó algo de sí atado a un trocito de papel, una promesa o un profundo deseo... que sé yo. Ahí, indudablemente uno no puede menos que sorprenderse frente a las muestras de los que antes visitaron el lugar e invitar en silencio, a dejar nuestra propia promesa anudada de silencios con fe.
Antes hubo otra cruz. Una de madera ocupaba el lugar de la actual, y era un poco más pequeña, contaba con aproximadamente 17 metros de envergadura y 8 de ancho; estaba hecha con la madera de un alerce donada por el Sr. Alejandro Bustillo. Esta se deterioró con el tiempo y fue reemplaza por la que actualmente se encuentra emplazada.
Antes hubo otra cruz. Una de madera ocupaba el lugar de la actual, y era un poco más pequeña, contaba con aproximadamente 17 metros de envergadura y 8 de ancho; estaba hecha con la madera de un alerce donada por el Sr. Alejandro Bustillo. Esta se deterioró con el tiempo y fue reemplaza por la que actualmente se encuentra emplazada.
Detrás de la cruz encontramos como al descuido un camino que se pierde entre el pasto amarillento. Decidimos ir a indagar si el camino continuaba por allí como alternativa al descenso.
Así es como perdido y medio olvidado encontramos una pequeña ermita a San José cerrada con llave, pero en la que a través del vidrio roto se divisa la imagen del santo.
El sendero sigue subiendo serpeteante. Desde allí puede verse el Castillo Morisco, adivinarse el contorno de la movediza y perderse en la imponente ciudad.
Encontramos entonces y a estas alturas ya adivinando que el recorrido terminaba en la cruz, otra formación como pico más alta y decidimos aventurarnos a subirla. El sol pegaba rasante sobre el pasto que parecía dorado a esa hora de la tarde.
Después de algún tiempo dando rodeos logramos llegar a la cima.
El regreso fue ligero, nuestra sombra proyectada sobre el camino nos aventajaba. Pasamos delante del Cristo y encaramos las escaleras que dan derecho a la avenida. Vimos la replica de la Piedad de Miguel Ángel y el Santo Sepulcro. Ahí mismo nos encontramos con uno de los árboles florecidos y entre sus flores, muchos colibríes revoloteaban con los últimos rayos de sol.
La escena no pudo menos que recordarme aquella leyenda que dice que cuando vemos un colibrí, es el alma de algún difunto que viene a contarnos que se encuentra bien.
El regreso fue ligero, nuestra sombra proyectada sobre el camino nos aventajaba. Pasamos delante del Cristo y encaramos las escaleras que dan derecho a la avenida. Vimos la replica de la Piedad de Miguel Ángel y el Santo Sepulcro. Ahí mismo nos encontramos con uno de los árboles florecidos y entre sus flores, muchos colibríes revoloteaban con los últimos rayos de sol.
La escena no pudo menos que recordarme aquella leyenda que dice que cuando vemos un colibrí, es el alma de algún difunto que viene a contarnos que se encuentra bien.
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